Guillermo Zapata o como vemos la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio

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de GUILLERMO LUNA GONZÁLEZ.

El pasado 13 de junio la candidata de Ahora Madrid, Manuela Carmena, fue proclamada alcaldesa de Madrid tras recibir el apoyo de investidura de los nueve concejales socialistas. Fue un acontecimiento muy importante para la capital de España, pues se dejaban atrás 24 años de alcaldías lideradas por el PP. Casi un cuarto de siglo después, Madrid volvía a estar gobernada por una formación de izquierdas. El camino hasta la investidura fue muy pedregoso, con numerosos ataques y descalificaciones por parte del PP y, más concretamente, de Esperanza Aguirre, la candidata de los populares a la alcaldía madrileña. Los populares eran conscientes de que su apoyo en las encuestas se había visto mermado en detrimento de otras fuerzas políticas y en vez de combatir con sus adversarios desde el punto de vista político, prefiriendo iniciar una guerra personal muy embarrada que tan malos resultados, finalmente, les ha traído. Se encargaron de relacionar a Ahora Madrid con la izquierda abertzale, con ETA, con Venezuela o con Podemos; acusaron a la formación de unidad popular de promover el comunismo, de no tener programa pese a que Aguirre solo presentó un folio… En fin, continuos ataques infundados que lo único que pretendían era desacreditar a Manuela Carmena y a sus concejales, elegidos democrática y legítimamente en las urnas del pasado 24 de mayo.

Todos estos ataques se convirtieron en papel mojado cuando el candidato a la alcaldía por parte del PSOE, Antonio Miguel Carmona, hizo público el apoyo de todos sus ediles a la investidura de Manuela Carmena. Se disipó así la duda existente sobre la posibilidad de que se produjera un nuevo ‘tamayazo’. También se suprimió la remota posibilidad de una coalición PP-PSOE-Ciudadanos en la que Aguirre denominaba la única posibilidad de instaurar un gobierno “de centro que asegurase la democracia occidental” (prueba de ello son las dos concentraciones donde la gente cantaba el himno franquista con el brazo en alto). Simplezas al margen, finalmente, como ya digo, el pasado 13 de junio Ahora Madrid se hizo con la alcaldía de Madrid. Parecía entonces que todas las descalificaciones y despropósitos iban a cesar, pero ya se encargaron los populares de que la campaña de ataques a Ahora Madrid continuase. Esta vez, hay que decirlo, con una base más argumentada, pero no por ello más coherente.

La nueva polémica que rodea a Manuela Carmena gira en torno a unos desafortunados tuits que el concejal Guillermo Zapata publicó en el año 2011, principalmente, con alguna otra perla en años posteriores. Los mensajes en cuestión versan sobre supuestos chistes de humor negro sobre los judíos y el terror del Holocausto; Irene Villa, que sufrió un cruel atentado perpetrado por la banda terrorista ETA en la que perdió sus dos piernas y tres dedos de una de sus manos o Marta del Castillo, tristemente desaparecida y muerta. Como se observa, a primera vista son tuits realmente escalofriantes que, si bien han sido catalogados como humor negro, no dejan de ser inmorales para una persona que ocupa un cargo público de la relevancia y trascendencia como el suyo. Hay que añadir que Guillermo Zapata se postula como concejal de cultura de Madrid por su exitosa, también hay que decirlo, carrera como guionista de contenidos audiovisuales.

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Sin dejar de mostrar de antemano, como es lógico, mi disconformidad con el humor negro en el ámbito de los cargos públicos (en los círculos privados y personales creo que cada uno es libre de hacer humor con lo que quiera), no debe dejarse al margen el claro objetivo que el PP quiere alcanzar con las acusaciones a Guillermo Zapata. A los populares no les preocupa el Holocausto, no les preocupa el caso Marta del Castillo, no les preocupa Irene Villa. Lo que de verdad les preocupa es el Gobierno municipal de Ahora Madrid. Y en este punto negro han encontrado el órdago perfecto para llevar a cabo dicha actividad. Digo que no les preocupa porque esos tuits no son actuales, sino que llevan tiempo en la famosa red social Twitter y su salida a la luz en este casual contexto demuestra el oportunismo que el PP persigue.

Está claro que los populares están muy preocupados por la pérdida de poder que han sufrido en estas elecciones. Están muy nerviosos y se agarran a cualquier clavo ardiente para mantenerse en pie. Ahora bien, ¿ese ataque desproporcionado justifica los tuits del edil Zapata? Ni mucho menos. Al ocupar un cargo público ha de cuidar escrupulosamente las formas, pues sabe que va a estar sometido a un incesante escrutinio por parte de sus adversarios políticos y de la ciudadanía. Durante la elaboración de este artículo se ha conocido la noticia del cese presentado por el propio Guillermo Zapata que ha aceptado la alcaldesa Manuela Carmena. Sin duda, se trata de un ejemplo de coherencia y sensatez muy importante por su parte que rompe el tópico de España que dice que ningún político se atreve a dimitir cuando hace algo mal. Aquí se encuentra la excepción y es de agradecer por su parte. Ahora esperemos que tomen nota otros partidos donde varios de sus políticos han realizado actividades moral o políticamente incorrectas. Por ahora, el ejercicio de transparencia y democracia con el que tanto ha insistido Ahora Madrid se ha demostrado que no solo lo cumpen con palabras, sino también con hechos.

En este momento, lo que se puede afirmar es que existe una doble vara de medir para estos casos de falta de respeto hacia los demás. Está claro que Guillermo Zapata ha obrado mal. Se ha equivocado. Pero no ha sido el único. Quizá yo tenga un error y es el de tener demasiada memoria política. Por eso, aún me acuerdo de los deseos de matar a unos arquitectos que hizo Esperanza Aguirre hace unos años al no gustarle como había quedado una construcción. Llegó a plantear la necesidad de implantar la pena de muerte para dirimir estas cuestiones, calificando a los arquitectos como unos criminales. También recuerdo las lamentables palabras del portavoz popular en el Congreso, Rafael Hernando, que afirmó que los familiares de las víctimas del franquismo solo se acuerdan de estas cuando hay alguna subvención que les interesa. O uno de los mítines del diputado popular Pablo Casado cuando estaba en las Nuevas Generaciones que llegó a decir que la gente de izquierda estaba muy trasnochada porque solo pensaban en las cunetas, dando a entender que esas muertes injustificadas que se han quedado sin su derecho a una sepultura (¡Qué menos!) eran un mal menor. Otra perla fue el apoyo público que hizo el fallecido Manuel Fraga, fundador del Alianza Popular (actual PP) y Presidente de Honor del PP hasta su muerte, a un libro en el que se ponía en cuestión los crímenes nazis durante la II Guerra Mundial.

 

En todos estos casos, y alguno más que me dejo en el tintero, también se produjeron gravísimas faltas de respeto hacia colectivos sociales que, a diferencia del caso que nos atañe, quedaron insonorizadas. Está claro que hay que abogar por construir una sociedad donde impere el respeto mutuo entre todos y cada uno de sus integrantes, pero lamentablemente en España nos gusta mucho meter el dedo en el ojo ajeno y solo criticar estas conductas cuando no nos incumben. Luchemos por las injusticias y las faltas de respeto sin importar el color político e ideológico del que las profesa. Así nos iría mejor y no cometeríamos tantas incoherencias. ¿Lógico, no? Pues en España, esta cultura de la convivencia cívica aún está muy lejos de ser alcanzada.