Martín Sotelo

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de ANTONIETTA MARTINI.

La vida muerta es una novela abierta, onírica, desligada de cualquier marco histórico”, así describe su última novela el joven escritor toledano Martín Sotelo en relación con su primer gran logro como novelista Bailes de medio siglo. Con franqueza y su lenguaje inconfundible ha concedido a laturca una entrevista a los pocos meses de ser premiado como Nuevo Talento Fnac.

ENTREVISTADORA: Martín Sotelo galardonado con el premio Nuevo Talento Fnac, ¿cree que se nace escritor? ¿Usted cómo llegó a serlo?

SOTELO: Creo que todos nacemos con una mirada única y personal, y que, por miedo a ser distintos o marginados, la vamos vulgarizando y aborregando con los años, hasta confundirla con la de los demás o perderla. Para mí, lo único original en literatura es esa mirada, con la que, como digo, se nace, y que se va forjando y educando con los años, sobre todo en la infancia y en la adolescencia. Es esa mirada la que luego ordenará las palabras y la que elegirá este foco de atención, y no aquel otro, este personaje, y no aquél, y la que, con un poco de suerte, y otro poco del talento del escritor, logrará imprimir en la página cierta atmósfera individual y meritoria, acorde con la personalidad de quien la respira en su día a día y sabe trasladarla al papel.

 

ENTR: ¿En qué género podríamos encuadrar la novela? Si se le puede atribuir un solo género, claro.

SOTELO: En ninguno. Me gusta tanto la novela negra como la de terror o la de misterio o la de aventuras o la psicológica o la decimonónica o los clásicos grecolatinos o el folletín. Leo con el mismo gusto a Platón y a Poe. Lo más maravilloso de la literatura es esta telaraña que vamos tejiendo y en la que uno puede quedar atrapado en el hilo que más le guste dependiendo del momento.

 

ENTR: ¿La vida muerta parte de un hecho real como su primera novela Bailes de medio siglo?

SOTELO: Sí, siempre que consideremos los deseos o lo que acontece en los sueños como hechos reales. Todo en realidad está basado en hechos reales, incluidas las novelas de fantasmas y de ciencia ficción. Muchas veces los sueños dejan en nosotros un poso más profundo y duradero que la realidad inmediata que vivimos. Pasamos más tiempo pensando en todo aquello que no hicimos o dijimos o planeando proyectos futuros que en lo que finalmente hemos hecho o dicho o sabemos que haremos. ¿Por qué no va a existir, no va a ser real, todo eso?

 

ENTR: En una entrevista en radio dijo <<hay que rebelarse a la realidad>> hablando de los límites del hecho real que le inspiró Bailes de medio siglo. ¿Por qué dijo eso?¿La realidad circundante no es su mayor musa inspiradora?

SOTELO: En la realidad está todo, pero no como a uno le gustaría. Hay que retorcer la realidad, esperarla a la vuelta de cada esquina como un ladrón, atracarla y trampearla con mentiras para que la realidad tome forma de realidad y sea coherente y verosímil en un plano literario. Es más, cuanto más fiel eres a los hechos, menos creíbles son. En Las memorias de Maigret, Simenon lo dice mejor que yo: “La verdad nunca parece verdadera. Cuéntele usted cualquier historia a alguien. Si no la retoca, le parecerá artificial y poco creíble. Retóquela, y será más auténtica que la realidad. Todo consiste en ser más verdadero que la realidad”.

 

ENTR: ¿Suele poner algún fondo musical cuando escribe?

SOTELO: Siempre. Chet Baker y Billie Holiday humean y hacen languidecer mi prosa. Y Tom Waits le da su puntito crudo y violento.

 

ENTR: El oxímoron que constituye el título de La vida muerta ¿de qué quiere ser metáfora?

SOTELO: El escritor se nutre de carroña, pues sólo es posible dar vida a aquello que está muerto, así como sólo es posible imaginar aquello que está ausente. Cuanto más muertos nos sentimos, más empeño ponemos en sobrevivir, en aferrarnos a algún tipo de vida, aunque no sea la apropiada. Me interesa comprobar cómo todo aquello que tenemos soterrado condiciona nuestro comportamiento, o cómo el pasado influye en el presente, o cómo la muerte baraja vidas. Cómo, en definitiva, se retroalimentan los contrarios, llegando a nacer el uno del otro.

 

ENTR: El deseo, la obsesión, la muerte son unos elementos comunes a las dos novelas, ¿qué más las une y por qué?

SOTELO: Bailes de medio siglo es una novela cerrada desde el primer párrafo, apegada a la realidad, enmarcada en una época histórica; La vida muerta es una novela abierta, onírica, desligada de cualquier marco histórico. Lo que las une es la misma incomunicación de los personajes y el deseo de cumplir sus sueños, sean éstos buenos o malos. Cómo nos definen nuestros sueños, nuestros deseos, todo aquello que no hacemos, todo aquello que no decimos son temas que siempre me han interesado.

 

ENTR: El final de la novela, ¿quiere ser una forma de redención del Doctor Dangel, el personaje principal, que durante toda la novela está presentado como irreverente, mezquino, egoísta e inclinado al mal?

SOTELO: Quería vengarme de ese personaje de alguna forma. Al personificar la muerte, qué mejor venganza que obligarle a traer una nueva vida al mundo, aunque sólo sea “por un viejo compromiso con la muerte”.

 

ENTR: Sus personajes ¿de dónde y cómo surgen? Son casi siempre sórdidos, cínicos, con cierta repulsión hacia la sociedad, ¿hay algo autobiográfico en ellos?

SOTELO: Siempre lo hay. Uno debe escribir sobre sí mismo y sobre lo que conoce y sobre lo que ha sentido. Cuando no es así, la estafa y la impostura relucen como medallones mal obtenidos en guerras ganadas donde jamás se combatió. Sin embargo, sucede que cuando uno habla de sí mismo, o de personas conocidas, la escritura se vuelve impúdica y carente de interés, como si uno mismo, o las personas cercanas y conocidas no fueran dignas de pertenecer al mundo verdadero de la ficción. Se necesita, pues, la distancia, para poder hablar de ciertas cosas, y de ciertas personas, sin que el acto en sí incomode o se torne superfluo. Yo sólo puedo hablar de mí convirtiéndome en personaje, es decir, dejando de ser yo. Y es este “no yo” con quien uno acaba por identificarse y en donde uno acaba por encontrar su verdadero yo. La verdad se vale de la ficción para desnudarse y manifestarse, y con cuantos más ropajes se vista la verdad, más desnuda quedará a ojos de quien la quiera contemplar. En la ficción, la verdad no es más que un desnudo disfrazado.

 

ENTR: Cuando Analía Dávalos, uno de los personajes principales de La vida muerta, habla con el hijo que tiene en el vientre, describe un estereotipo de hombre que ella desea que su hijo encarne, un hombre callado pero no cobarde, sincero, inteligente, rebelde, soñador. ¿Es también el estereotipo de persona que Martín Sotelo encarna o quisiera encarnar?

SOTELO: ¿Y quién no? Lo que ocurre es que una cosa es el deseo y otra la realidad.

 

ENTR: Si tuviera que definirse, ¿qué diría sobre sí mismo?

SOTELO: Nada. Que me definan los demás, si desean perder el tiempo en ello.

 

ENTR: En otras ocasiones nombró a Onetti, Faulkner, Dostoievski como sus referentes literarios, ¿en qué cree que se les parece o se les aleja, si así se puede decir?

SOTELO: De momento, no me parezco en nada. Son amigos con los que hablo a diario y que siempre están ahí, echándome una mano tanto en lo literario como en lo vital. Pero uno no tiene por qué parecerse a sus amigos, por mucho que les agradezca su compañía o aprenda de ellos.

 

ENTR: ¿Perspectivas futuras? ¿hay ya otra novela que está tomando cuerpo entre sus manos?

SOTELO: Me da miedo hablar de lo que aún no existe porque es la mejor manera de que nunca exista. Avanzo en una nueva novela y tengo varios proyectos en mente.