La violencia machista nos rodea a diario

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de GUILLERMO LUNA GONZÁLEZ.

Acabamos de dejar atrás el mes de agosto. Uno de los más sanguinarios en lo que a violencia machista respecta. Hay que recordar que a lo largo del 2015 han sido asesinadas 36 mujeres a manos de sus parejas o exparejas. Pero la violencia machista va más allá. Muchos de los agresores también deciden acabar con las inocentes vidas de sus hijos e hijas. De hecho, durante este verano, 8 niños han fallecido tras agresiones de sus progenitores. Los expertos explican que este boom sanguinario en verano se debe a que las familias están más tiempo juntas y eso da lugar a un mayor número de disputas. El fenómeno de la crisis también influye en gran medida en los asesinatos. Sea como fuere, llegar a este extremo es siempre una salvajada injustificable.

Muchos medios de comunicación y una gran parte de la sociedad hablan ahora de violencia intrafamiliar, violencia de género o violencia doméstica. Todos estos calificativos no persiguen otro fin más que suavizar la gravedad de los crímenes. A las cosas hay que llamarlas por su nombre y estos casos de mujeres asesinadas son ejemplos de violencia machista. Nada de eufemismos. No hay otro nombre posible. Pero hay que saber que este tipo de violencia no engloba solamente la violencia física y sus posibles efectos mortíferos. Con violencia machista nos podemos estar refiriendo a violencia simbólica, violencia psicológica e, incluso, violencia ideológica. Precisamente, este artículo tiene como objetivo hablar del machismo en su conjunto y no únicamente de los asesinatos machistas, que bastantes mediáticos son ya como para ahondar más aún en ellos.

Para empezar, conviene arrojar una serie de datos que aporten información sobre el machismo al lector y de ahí, poder hablar con propiedad y conocimiento de causa. En primer lugar, existe un porcentaje revelador por el cual sabrán el motivo por el cual hablo de violencia machista y no de violencia de género. En los últimos 10 años (2004-2014), la violencia entre personas se produce en un 98% de los casos hacia las mujeres y tan solo en un 2% de los casos hacia los hombres. ¿Conclusión? España es un país machista. No hembrista. Otro dato cuantitativo anuncia que entre el 2004 y el 2014, ha habido una media de 70 mujeres asesinadas a manos de sus parejas o exparejas. Esto quiere decir que en 10 años se han producido unos 700 crímenes machistas. Con el fin de ser justos con ambos sexos, diré que en el mismo periodo de tiempo, la cifra de hombres asesinados a manos de sus parejas se sitúa en torno a 75. (Aclaración: Los datos son aproximados debido a que en algunos casos los procedimientos judiciales siguen abiertos).

Expuestos ya los motivos por los cuales voy a centrar el artículo en el machismo, me dispongo a profundizar en el tema. Otro dato muy preocupante nos indica que el 12,5% de las mujeres mayores de 16 años ha sufrido en alguna ocasión violencia física o sexual. Mientras que una de cada cuatro chicas adolescentes reconoce haber sido víctima de violencia psicológica por parte de sus respectivas parejas. En este punto se hace necesario diferenciar los diferentes tipos de violencia machista que podemos encontrarnos. Vamos a imaginarnos una pirámide, a la que vamos a llamar ‘Pirámide del machismo’, en la que la base hace referencia al motivo principal por el cual existe y se sustenta el machismo y conforme subamos por la pirámide, iremos viendo los distintos niveles de violencia machista de menor a mayor gravedad (o importancia).

-Base de la pirámide – La ideología: España es una sociedad donde, aunque nos neguemos a reconocerlo, la ideología de la superioridad masculina sigue estando muy presente. Prueba de ello es la enorme brecha salarial que existe entre ambos sexos por desempeñar el mismo trabajo. Se calcula que una mujer tiene que trabajar 800 horas más que un hombre al año para ganar lo mismo que él. También existe el llamado techo de cristal, por el cual las mujeres no tienen las mismas posibilidades para alcanzar los altos puestos empresariales. Lo paradójico es que esto ocurra cuando el 60% del alumnado universitario son mujeres.

-Primer nivel de la pirámide – La violencia simbólica: Quizá sea el tipo de violencia que pasa más desapercibido, pero no por ello es menos frecuente. Cada día estamos expuestos a multitud de símbolos que expresan machismo y que no vemos o no queremos ver. Por ejemplo, en las revistas de juguetes o en la ropa infantil, el azul es para los niños y el rosa para las niñas. En los anuncios, el coche es para los hombres y los productos de limpieza para las mujeres. Pero la simbología va más allá de lo visual. Está presente en el lenguaje cotidiano y no lo apreciamos. Por poner un ejemplo, cuando vemos a un niño pequeño le decimo “Qué fuerte eres”, pero si es una niña difícilmente repetimos el mismo comentario. Optaremos por alabar su belleza: “Qué guapa eres”.

-Segundo nivel de la pirámide – La violencia psicológica: Con el paso de los meses de relación, son muchos los hombres que comienzan a ejercer un rol de dominación y control sobre sus parejas. Empieza por un comentario que pasamos por alto por considerarlo una broma (“llevas un escote demasiado abierto”) y poco a poco el control se va acrecentando cual bola de nieve. Los síntomas más habituales son: control de las amistades, de las conversaciones de WhatsApp, de tu vestimenta, etc. Y conforme avanza el tiempo, el control se convierte en prohibición. Te impide salir con tus amigas, ponerte determinada ropa, etc. Y, por último, se pasa a la fase de obligación, cuya máxima es: “Haz lo que yo te diga, si no quieres tener problemas”. Todas estas fases de violencia psicológica suelen ir acompañadas de amenazas para que el machista se sienta fuerte y seguro con sus deleznables decisiones.

-Tercer nivel de la pirámide – La violencia física: En el último escalón, el machista dejará a un lado la palabrería y pasará a la acción. Primero mediante agarrones fuertes del brazo con carácter intimidatorio, pasando por bofetadas o empujones y, por último, las agresiones más contundentes: puñetazos y patadas que pueden ir acompañadas de agresiones mediante algún tipo de arma blanca. Todo ello puede desembocar, si no se pone remedio pronto, en un asesinato que sería ya la cúspide de esta pirámide.

laturca-violencia-machista-2Es necesario hacer una serie de aclaraciones. En los dos últimos niveles, la violencia machista puede ser ejercida por la pareja de la víctima, pero también por otras personas como jefes de trabajo o amigos. En estos casos, la violencia psicológica se lleva a cabo con el objetivo desacertado de camelar a la mujer, llegando incluso a la violación. Respecto a la base y el primer nivel, la violencia machista sería ejercida por la sociedad en su conjunto. Cabe decir que si España es considerada una sociedad machista, no se debe a su legislación en la que, afortunadamente, los distintos Gobiernos (sobre todo socialistas) han ido aprobando una serie de leyes para fomentar la igualdad entre sexos. De hecho, llegó a existir hasta un Ministerio de Igualdad en la etapa de Zapatero. Entonces, ¿por qué sigue imperando el machismo en España? La respuesta es muy sencilla: la formación que recibimos desde la infancia va encaminada a separar por un lado las “cosas de mujeres” y por otro, las “cosas de hombres”. Expliquémoslo.

Como se ha mencionado anteriormente, cuando somos unos recién nacidos, solemos comprar ropa de color rosa si es una niña y ropa de color azul si es niño. Esto es así porque la formación social nos lo impone. En casi ninguna tienda es posible encontrar ropa rosa para un niño y azul para una niña. Es un pensamiento global que la sociedad nos inculca y que resulta muy complicado de modificar. ¿Qué ocurre? Que los niños y las niñas desde sus primeros meses de vida ya han asumido esa distinción arbitraria e infundada, lo que dificulta aún más que lo vean como algo absurdo y machista. Pero los adultos, con sus comentarios, tampoco ayudan mucho. Son muchos los padres que pretenden que sus hijos crezcan fuertes para que sean unos grandes deportistas. En cambio, si son sus hijas, pretenden que crezcan guapas y sanas para que sean modelos. Lógicamente esto es una generalización, pero no muy desacertada. Basta con acudir a un colegio y ver que la gran mayoría de los niños están jugando al fútbol y las niñas a la comba o con las muñecas. Y como haya algún niño o niña que cambie de actividad, las burlas que se generan entre sus amigos generan un trauma en el pequeño bastante importante. Esto, además, genera una división de sexos en la infancia muy problemática porque encamina la educación de los niños y la de las niñas a caminos totalmente distintos. No es una educación inclusiva.

Otro factor que fomenta en gran medida el machismo en la ciudadanía es la influencia de la teoría romántica sobre el amor actual. Es cierto que existen algunas premisas que son igualmente válidas en una sociedad igualitaria como “El amor verdadero se encuentra en el interior de las personas”. Pero hay muchas otras que no ayudan a la desaparición del machismo. Por ejemplo, la conocida expresión “Quien bien te quiere, te hará llorar”. Según esta afirmación, si un hombre (o una mujer, es igual) es violento con su pareja o le es infiel, no pasaría nada porque en verdad te quiere y eso hay que aguantarlo. Otra influencia del romanticismo es “Por amor hay que estar dispuesto a todo”. A todo, todo, no. Volvemos a lo mismo, el amor no puede basarse en la realización de actividades para el disfrute de un solo miembro de la pareja. En una relación, las decisiones son conjuntas y no hay que aguantar todo lo que el otro quiera. Por poner un último ejemplo, “Los que se pelean, se desean”. Este refrán es muy usado, sobre todo entre los jóvenes, cuando ven a dos amigos discutir, cuando en verdad están enamorados mutuamente. Lógicamente, si alguien te quiere y de verdad quiere estar contigo, no buscará la pelea, sino al contrario. Buscará hacerte feliz y que te sientas cómodo o cómoda con él/ella. Decir que las peleas son síntomas de amor es ciertamente algo erróneo.

Pero el machismo lo encontramos en muchos otros sitios. Un caso muy peculiar es en las películas de Disney. Digo pelicular porque llama la atención que unos dibujos animados que van a ser visualizados por niños y niñas tengan comentarios o actitudes machistas. Por ejemplo: el caso de la Cenicienta es el más claro. En la película se puede apreciar como el papel de la mujer se encuentra relegado a las tareas domésticas hasta que un “príncipe azul” venga a salvarla. La Cenicienta expone el mito de que la mujer sin un hombre a su lado no puede ser feliz. Si se analiza el argumento, vemos cómo La Cenicienta sufre, está triste, hasta que un día un Príncipe se fija en ella y todo cambia para ella. Otro ejemplo lo encontramos en La Sirenita donde se menosprecia la opinión de las mujeres, dando una visión muy inocente a la protagonista Ariel que acaba siendo influenciada y manipulada por el resto de personajes. Existen más casos como en Pocahontas, Mulán o Aladdín, pero con estas dos películas ya se aprecia el machismo que impera en la factoría Disney.

Más allá de las películas, la violencia machista reside en numerosos anuncios publicitarios (coche, hombres; limpieza, mujeres). También en la conocida promoción que hacen las discotecas ofreciendo copas gratis a las mujeres, mientras que los hombres han de pagarlas a precios desorbitados. Es evidente que si las mujeres no pagan el producto es porque las propias discotecas consideran a las mujeres como un producto en sí para captar la entrada del público masculino. Lo más curioso es que aceptamos esta lógica como algo normal. Pero la violencia machista va mucho más allá. A continuación, se expondrán una serie de casos muy habituales en nuestro día a día, que consideramos naturales y aceptamos con normalidad, pero que en verdad esconden una violencia machista muy grande.

Así, se considera violencia machista el hecho de que una mujer tenga que cambiar su recorrido de vuelta a casa para sentirse más segura, juzgar la forma de vestir de las mujeres, opinar sobre el físico de una mujer tanto para enaltecerlo como para menospreciarlo, utilizar el cuerpo de la mujer como reclamo y venta, responsabilizar a las mujeres del acoso que sufren por la forma de vestir, el reparto desigual de los cuidados domésticos, los estereotipos de belleza y la obsesión por la delgadez, no contratar a una mujer por el “riesgo” de quedarse embarazada, trabajar 800 horas más que los hombres para cobrar su salario…Como podéis ver, son casos que apenas notamos, pero que están ahí y que hacen mucho daño a las mujeres y fomentan la desigualdad sexual.

En último lugar, creo que se hace necesario exponer por qué el machismo sigue vigente en nuestra sociedad, a pesar del supuesto avance social que estamos experimentando. El motivo se halla en el desigual progreso existente entre sexos. La mujer ha avanzado mucho más que el hombre. Ya no está tan dispuesta a quedarse relegada al papel de ama de casa. Ahora tiene mucha más iniciativa, quiere formarse mejor y pretende alcanzar un rol diferente en la sociedad. Todo este progreso femenino resulta muy sano para la ciudadanía. Pero, ¿qué ocurre? Pues que los hombres no han avanzado tanto como las mujeres. Es cierto que el rol de superioridad sobre la mujer ha descendido, pero todavía les queda mucho por avanzar. Posiblemente se deba a la posición de comodidad y favoritismo que aún mantienen en la vida diaria. Esto les hace convertirse en conformistas y no aspirar a ser más inclusivos con el sexo opuesto. Muchos hombres siguen teniendo miedo a cambiar por el rechazo de sus amigos. Esta mentalidad también se debe a la influencia de la arcaica estructura social de supremacía masculina. Por lo tanto, debido al menor avance de los hombres, estos se frustran al no encontrar mujeres de pensamientos tan conservadores como los suyos e intentan imponer su visión de la sociedad mediante el uso de la violencia machista.

En definitiva, el machismo se encuentra muy arraigado en la sociedad vigente y la violencia machista nos rodea en todos nuestros acontecimientos diarios. Ya sea violencia física, psicológica, simbólica o ideológica. Hemos avanzado, sí; pero queda todavía mucho por hacer entre todos y todas. Mientras la sociedad siga siendo machista, la sociedad seguirá siendo desigual y retrógrada. Toca reflexionar, cambiar y avanzar.